25 de junio de 2016

Pueblo, calle y populismo

Hace más de diez años leí una frase del escritor Noel Clarasó que me impactó bastante: “Un político es un hombre que dice representar la opinión del pueblo sin habérsela preguntado jamás”. Corrían los tiempos gloriosos del populismo iberoamericano, es decir, de los petrodólares chavistas fluyendo por todo el continente en busca de aliados o de imponer a candidatos presidenciales que propagaran el denominado Socialismo del Siglo XXI. No había palabra más utilizada: pueblo.

La misma que ayer empleaba el populista británico Nigel Farache cuando el Brexit se materializaba con un 90 por ciento de los resultados escrutados. “Este ha sido el triunfo de los hombres honestos, de los hombres trabajadores, de los verdaderos patriotas. Hoy ha triunfado el pueblo”, vociferaba el político jaleado por varias decenas de sus seguidores.

Lo cierto es que este asunto del Brexit supera con creces lo que Clarasó propuso en su afirmación. En este mundo nuestro digitalizado y sobre-comunicado la realidad es que la “opinión del pueblo” se inventa, se dirige, se crea. ¿Cuántos de esos hombres “honestos” y “verdaderos patriotas” tenían entre sus prioridades vitales como ciudadanos que su país saliera de la Unión Europea?. Posiblemente ni un uno por ciento.

Sin embargo, aprovechando una coyuntura favorable -el descontento de los ciudadanos por motivos diversos-, el Brexit comenzó a convertirse en un producto vendible. Una necesidad creada que se difunde por las redes sociales, que cobra fuerza en los diarios y los noticieros que ven un filón interesante de noticias. Cuanto más se habla del tema, más importancia cobra para el pueblo. Es necesario decidir si seguimos o salimos de la UE.

En España no somos ajenos a este tipo de movimientos populistas. El malestar del ciudadano por la crisis económica o la corrupción es el caldo de cultivo ideal para que este tipo de movimientos se consoliden. Amparados en “la opinión del pueblo” van creando necesidades y amalgamando minorías. La dictadura de lo políticamente correcto les va cediendo espacios . Hasta que los ocupan todos.

Consignas falaces pero de fácil calado entre un público receptivo, empiezan a sonar como principios fundamentales de “la opinión del pueblo”. Señalar al resto de los políticos como si fueran una plaga, que sólo se elimina con una nueva generación de políticos, casualmente no tan nueva. Pero sobre todo atacar sin piedad cualquier principio o institución que pueda ser señalada como “opresora”.

“La calle” es la máxima expresión del “pueblo” para el populismo. Si cincuenta interesados salen a la calle a vociferar cualquier consigna, éstos se convierten en “la calle” y, por ende, pasan a ser fiel reflejo del “sentir mayoritario del pueblo”. Pero si sacar a cincuenta paisanos a la calle se complica –frío, lluvia, vacaciones estivales…-, entonces se puede recurrir al hashtag  y convertirlo en TT (trending topic), usando un puñado de servidores que replican mensajes en algún lugar en el trópico.  Ahora el “pueblo” también manifiesta su “opinión” vía Twitter. Activismo desde el iPhone, que le llaman algunos.


En cualquier caso, estimado lector, Nigel Farache, Donald Trump o Pablo Iglesias no son fenómenos nuevos en la Historia. Recordemos que Hitler ganó unas elecciones democráticas con el partido nazi allá por 1932, precisamente en el contexto de una depresión económica, apoyándose en las clases obreras y exaltando el sentimiento nacionalista. Confiemos en que no lleguemos a los extremos que hicieron cambiar el rumbo de la Historia del siglo XX.

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