16 de noviembre de 2018

Valores, no derechos

En ocasiones se producen acontecimientos que ponen a prueba la solidez de una sociedad. Estos meses, desde que iniciara la huelga de los sindicatos del sector público, venimos viviendo una de esas situaciones. Por fortuna, la sociedad en general respondió con solidez. No obstante, se puso de manifiesto la descomposición de los valores de una parte importante de la Administración Pública costarricense.

Decenas de miles de funcionarios públicos dejan claro que su conciencia como ciudadanos es nula. Que lo único que les interesa es recibir un salario –seguro- a fin de mes, sin importar la función pública para la que se postularon en su momento. Esos servicios públicos y esenciales que se jactan defender en sus alegatos, no les interesan en lo más mínimo.

Cientos de miles de escolares perdieron un trimestre completo de educación gracias a los que pasean banderas arrogándose la postestad de hablar en nombre del pueblo. ¿Acaso los escolares a los que afectan no son hijos del pueblo costarricense?. ¿No va en contra del pueblo dejar sin el derecho a la educación a infinidad de niños?. 

Centenares de cirujías se suspendieron, algunos niños no pudieron recibir su sesión de quimioterapia o ser intervenidos para ser curados, a pesar de que sus padres pagan todos los meses su cuota obrera a la Caja Costarricense del Seguro Social. Amenazantes y altaneros se les veía a los empleados en la puerta de los hospitales, aunque otros aprovecharon para salir de vacaciones sin el menor recato, mientras el Pueblo no podía acceder a los servicios esenciales.

Miles de casos o trámites judiciales quedaron empantanados gracias al paro indiscriminado e irresponsable de los funcionarios de los juzgados. Por cierto que sus máximos jerarcas, por el camino, decretaron que sus retribuciones no pueden ser ajustadas por el resto de los poderes de la República. Como si el presupuesto del Poder Judicial procediera de sus propios recursos.

En este mismo sentido las universidades estatales, aprovechando la oleada populista sindical, decretaron que su independencia administrativa es también territorial y que sus recursos no son susceptibles de revisión o supervisión por parte del Estado. Lo más curioso fue ver a una supuesta estudiante de origen cubano defender la extraterritorialidad de la UCR, hecho este que causaría tremenda hilaridad en las autoridades de su país de origen.

En definitiva, estos sucesos han venido a dejar claro que el servicio público en Costa Rica está plagado de personas que no tienen ninguna vocación profesional. Que su presunto patriotismo no es más que una excusa para dejar a los ciudadanos sin los servicios esenciales para los que fueron contratados. 

Una situación que tiene que llevarnos a reflexionar acerca de cómo revertir esta falta de conciencia. ¿Cómo hemos llegado a este escenario tan desbalanceada?. ¿Qué medidas debemos tomar, representantes políticos y sociedad civil, para dar vuelta a este sinsentido de Estado de Derecho fallido?. En mi opinión, lejos de buscar culpables o recurrir a la retórica de la limpieza, hemos de encontrar una conciencia compartida como sociedad. Quizá haya llegado el momento de desterrar el falso patriotismo de los derechos sagrados y comenzar a pensar en valores compartidos.

15 de septiembre de 2018

Derechos sagrados

Tienen siempre los himnos algo de épico en sus letras: “Nuestro brazo nervudo y pujante contra el déspota inicuo opresor”, reza el himno patriótico del 15 de septiembre costarricense, escrito por el español Juan Fernández Ferraz. Al fin y al cabo de eso se trata, de ensalzar de forma exacerbada los valores del país al que se dedica el cántico, o de crear un enemigo común, aunque sea irreal. Muchos de esos himnos fueron creados precisamente para generar un imaginario común de Estado.

Ese imaginario creado a finales del siglo XIX en Costa Rica aún sigue vigente -por suerte-, si bien es manoseado hasta el punto de perder, no ya su esencia, sino cualquier atisbo de valor patriótico. 

Hace unos días un grupo de manifestantes coreaban el único verso que les interesaba de ese mismo himno: “… derechos sagrados la Patria nos da”. Apostados al frente de la Asamblea Legislativa empujaban a la policía, a la cual lanzaban botellas, palos y monedas con el fin de asaltar el edificio del Primer Poder de la República. La Patria otorga derechos nada menos que sagrados para insultar, agredir y coaccionar a la autoridad legalmente establecida. 

Esa misma noche un grupo de jóvenes cortaban el libre tránsito en San Pedro de Montes de Oca, a pocos metros de la Universidad de Costa Rica. Al intentar ser disueltos por la policía, con los rostros cubiertos, comenzaron a lanzar todo tipo de objetos a las fuerzas de seguridad. Con la llegada del cuerpo antimotines, los delincuentes huyen a refugiarse dentro del recinto universitario. Un lugar al que los asaltantes y sus defensores atribuyen la misma categoría jurídica de una embajada extranjera. 

Esos derechos sagrados se los atribuyen los supuestos estudiantes agresores gracias a la autonomía administrativa de las universidades públicas. Una inmunidad legal emanada de ese transfigurado imaginario patriótico. 

En esta ocasión el mismísimo Presidente de la República reconoce los derechos sagrados tras la llamada de su mentor político, Alberto Salom, rector de la UNA y uno de los funcionarios mejor pagados de este país. Quedamos advertidos el resto de los ciudadanos: los estudiantes de las universidades públicas tienen más derechos sagrados que cualquier otro. Derechos incluso para delinquir sin posibilidad de detención por las autoridades.

En estos tiempos convulsos la atribución de derechos sagradosemanados de un himno decimonónico es el único valor seguro. El refugio al que se acoge cualquiera que, con un poco de agilidad mental, pretenda imponerse en una sociedad en la que la impunidad es la moneda de cambio de la sociedad.  Bien sea para cortar calles, para destruir bienes públicos, apedrear a policías o tomar el camino corto.

Un valor tan seguro que incluso es avalado por la crema de la intelectualidad patria -parafraseando a Sabina-. Ahí los tienen desde sus púlpitos bañados de pluses salariales y beneficios sociales, el súmmum de los derechos sagradosque defienden en las calles menos de 4,000 sindicalistas. Hablan de equidad tributaria mientras se embolsan salarios de siete dígitos sin el menor reparo.

No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que cualquier ciudadano quiere tener su cuota de derechos sagrados. Si ellos cortan calles sin el menor atisbo de pagar las consecuencias, ¿por qué no voy yo a tirar la basura en medio de la calle?, ¿por qué no voy yo a saltarme un semáforo en rojo?, ¿quién me va a impedir buscar mi beneficio personal en medio de esta situación?. Al fin y al cabo derechos sagrados la Patria nos da.

Claro que lo que nadie canta es esa otra parte del himno: “… a los ruines esbirros espante que prefieren el ocio al honor”.

18 de agosto de 2018

100 días menos

Los que saben de mercadeo dicen que la satisfacción de un cliente es inversamente proporcional a las expectativas creadas. Dicho de otra forma, más expectativas suponen una mayor dificultad para lograr la satisfacción de un cliente. En política sucede igual. Tenía lógica que PAC de Carlos Alvarado elevara las expectativas de los votantes para lograr la victoria del primero de abril. En eso consisten las campañas, también las políticas. Pero Alvarado redobló la apuesta con la victoria disparando aún más el nivel de las expectativas.

La formación de un gabinete de alto nivel político, escenificando así ese Gobierno de Unidad Nacional, logró el efecto deseado. El líder de la Unidad Social Cristiana, la líder del Frente Amplio, destacadas figuras de Liberación Nacional, empresarios como André Garnier o figuras independientes como Edgar Altamirano, pusieron por las nubes las expectativas acerca de la ejecución del ejecutivo de Carlos Alvarado y Claudia Dobles. Las reuniones posteriores con diferentes sectores económicos y sociales concretaron esas expectativas: apertura total para escuchar propuestas… café para todos.

Algunos se percataron enseguida de que la segunda línea del gabinete se llenaba de personajes sin relevancia política o profesional alguna.Pegabanderas de turno, al más puro estilo liberacionista y continuación de lo visto durante la desastrosa Administración Solís. Alvarado y Dobles no quieren perder el control y menos aún el protagonismo. Pero es precisamente la segunda línea la que puede ejecutar programas más allá del discurso. Todos sabemos que la administración pública costarricense está llena de funcionarios con gran capacidad para bloquear iniciativas o entorpecer la ejecucion de propuestas gubernamentales. Sin líderes capaces nada va a suceder más allá del discurso, del ruido.

Comités, grupos de análisis, de expertos, de sabios, nada nuevo bajo el sol. Moverse, hacer por hacer, reunirse en torno a ideas, ocurrencias y propuestas sin planes concretos para su ejecución. Así se resumen estos 100 días de milenialismo y expectativas. Nada sucedió. 

Volvemos a las excusas clásicas: es poco tiempo, la Asamblea está muy fraccionada, el Gobierno anterior dejó una situación pésima... Pero la realidad es que con excusas no se gobierna y la promesa de campaña de Alvarado de gobernar a base de decretos, si fuese necesario, está muy lejos de cumplirse. ¿Alianzas complicadas?. Las que ya conocía para poder lograr la victoria. ¿Un PAC fraccionado y débil?. Algo que no sorprende a nadie y que más bien le genera más posibilidad de liderazgo al Presidente, lo cual no está aprovechando.

Y lo peor es que si en estos días de popularidad arrolladora del tándem Alvarado-Dobles no se ha logrado más que elevar las expectativas sin tomar ni una sola medida contundente contra los problemas tan serios que afectan al país, poco podemos esperar de los 1.360 que quedan. Suena duro, pero es la realidad de la política patria: elecciones municipales en un año y meses después empezará el baile de pre-candidatos. 

6 de mayo de 2018

Galgos o podencos

No sé si el amable lector está familiarizado con la fábula de los dos conejos de Tomás de Irarte. En la fábula se narra como dos conejos empiezan a discutir sobre la raza de los perros que los persiguen, galgos o podencos, de modo que al final, imbuidos en la discusión, se despistan y son cazados inexorablemente. 

Esta fábula ejemplifica muy bien esta ceremonia que estamos viviendo en este traspaso de gobierno en Costa Rica. Parece que importa más el sexo o la edad de los cargos que su capacidad para acometer las importantes reformas legislativas y para solucionar las graves deficiencias que deja el ejecutivo saliente.  Ser joven, mayor, alto, bajo, hombre o mujer no otorga especiales capacidades a las personas a la hora de ocupar un cargo público.

Esa especie de panacea titulada “Una nueva forma de hacer política” tendrá sentido si se ven los resultados. Porque algunos corren el riesgo de creer que esta nueva forma no sea más precisamente eso: forma. Meros movimientos para contentar a un sector de la opinión pública.

El Estado costarricense está al borde del colapso. Demasiados años de gasto público incontrolado, de ausencia de proyectos importantes, de permitir que esa inercia inmovilizadora del aquí nunca pasa nada sea la que rija los destinos del país. Llegados aquí poco importa el sexo, la raza, la religión o la edad de los ministros, lo que se necesitan son gestores capaces de tomar decisiones, incluso si son impopulares. Hacen falta personas honestas, valientes y ejecutoras para romper esta inercia.

Carlos Alvarado cuenta con un importante caudal político merced a su abultada victoria en segunda ronda. No necesita gestos para la galería. Es un hombre ambicioso y con las ideas claras. Ahora tiene que poner en marcha esos cinco ejes de los que no se cansó de hablar durante la campaña de balotaje. Ahora lo respalda un gabinete que combina experiencia con audacia, independientemente de la condición personal de cada uno de los componentes. 

Esperemos que estos primeros pasos no representen la continuación de la política de gestos y titulares de Luis Guillermo Solís, que tan escasos resultados dio a lo largo de los últimos cuatro años. Porque no es hora de mirar la raza de los perros que nos persiguen. Es hora de trabajar.

6 de abril de 2018

¿Qué vas a hacer por Costa Rica?

“No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”, así reza la placa bajo el busto de John F. Kennedy ubicado en el parque homónimo de San Pedro de Montes de Oca. Hoy un buen amigo me dio ese dato después de que yo le citara la famosa frase del malogrado presidente estadounidense, en referencia al proceso electoral cerrado el domingo en Costa Rica. Ya el 5 de febrero pregunté a muchas personas de mi entorno precisamente eso: “¿Estás preocupado?. ¿Qué hiciste los últimos años para evitarlo?”.

Esta contienda electoral ha sido muy intensa. Quizá la más tensa que se recuerda desde el referendum de aprobación del TLC en 2007. Aunque con peculiaridades bastante lejanas de aquel envite, como explico en mi artículo anterior. Las distintas generaciones han experimentado un importante distanciamiento a la hora de acudir a las urnas. Padres e hijos no compartían criterio. Aunque tampoco lo hacían hermanos que entraban en discusión a cuenta de a cuál Alvarado dar el voto. Amigos distanciados por la política y, aún hoy, cuatro días después, gente echando leña al fuego en las redes sociales.

No cabe duda de que se ha producido un resurgimiento del interés en la vida pública en el país. La muestra más clara es que, mientras que hace cuatro años Luis Guillermo Solís tuvo que salir a buscar ministros, hoy Carlos Alvarado tiene fila de pretendientes para casi todos los cargos. Muchos dieron un paso al frente a lo largo de la campaña y entendieron que tenían que involucrarse. El acuerdo con Rodolfo Piza fue el detonante para muchos.

La realidad es que el interés de todos los actores, públicos y privados, es común, o debería serlo: lograr una Costa Rica más desarrollada, más cercana a ese llamado primer mundo. Las diferencias siguen estando en el cómo conseguirlo. Por eso es necesario llegar a acuerdos, a entendimientos, a consensos de mínimos. Un país más desarrollado requiere de más impuestos. Pero también de mayor eficiencia y eficacia en el gasto público. Sobre ambos temas no existen dudas entre la gran mayoría de los ciudadanos. El ciudadano de a pie quiere más seguridad, mejor sanidad, mejor educación, un transporte público útil, infraestructuras modernas y una justicia ágil. Todos queremos lo mismo.

Para lograrlo no basta con criticar, con decir NO, con postear un artículo sobre Venezuela o sobre China, hay que arrollarse las mangas y ayudar a conseguirlo. Puede que este no sea el Gobierno que usted ha elegido, pero es el que tendremos TODOS durante los próximos cuatro años. Al igual que la Asamblea Legislativa. Si les va bien en su interés por hacer una Costa Rica mejor, nos irá bien a todos.

Por el contrario, si nos dedicamos a poner obstáculos, a quejarnos y a reclamar, puede que a los poderes Ejecutivo y Legislativo no les vaya bien. Y a nosotros tampoco. ¿Vamos a seguir pensando en la matemática electoral o con la generosidad que caracteriza a los ciudadanos ejemplares?. ¿Acaso no hemos aprendido nada de este proceso electoral?. ¿Quién apostaba un cinco por Carlos Alvarado en octubre de 2017?.

Eso no significa que no seamos exigentes con gobernantes y legisladores. Que no demandemos honestidad, eficacia y eficiencia. Pero para hacerlo no es suficiente con exigir, amparados en los derechos sagrados que nos da la Patria, como dice el himno. Debemos ser ciudadanos honestos, preocupados e involucrados.


Ahora con el escenario para los próximos cuatro años más claro, vale la pena reformularse la pregunta: ¿qué vas a hacer por Costa Rica durante los próximos años?.

29 de marzo de 2018

Reflexiones sobre esta campaña... y sobre la Costa Rica del futuro

A estas alturas de la campaña electoral de la segunda ronda o balotaje por la presidencia de Costa Rica, ha llegado el momento de mirar atrás y comprobar los aprendizajes adquiridos durante el proceso.

Para empezar me encuentro estrenando títulos: “socialista”, “comunista” o “chavista”. Son algunos de los pretendidos insultos que he recibido de propios y extraños por apoyar la coalición Rodolfo Piza-Carlos Alvarado. En realidad siempre resulta fácil etiquetar al que no piensa como uno para no tener que ahondar en argumentos. “Si apoyas al PAC eres comunista”, resulta irrefutable. Eso sí, mucho ojo con definir a Fabricio Alvarado como candidato pentecostal, entonces estás “insultando".

Esto me ha mostrado la piel tan fina que tienen las personas cuando se quedan sin argumentos. Enseguida echan mano del sentimiento de ofensa para, de nuevo, abandonar el camino de la argumentación. Se ofenden si les recuerdas el origen pentecostal de su nuevo líder, pero olvidan fácilmente de que te llamaron “chavista” al iniciar la conversación.

Por otro lado a estas alturas de la campaña hago un poco de reflexión más allá del fragor de la batalla, hoy tan intensificada gracias a las redes sociales. Un análisis en la línea del que cerraba hoy el artículo de mi buen amigo Eli Feinzaig en el Semanario Universidad, con respecto al daño a la convivencia que pueda producirse a raíz del fuerte antagonismo vivido en la campaña. No obstante mi reflexión no lleva al mismo lugar. No creo que la sangre llegue al río, por mucho que hayamos visto –por primera vez para mi- una separación absoluta en el alineamiento político de las clases más pudientes del país. En esta ocasión no era TLC sí ó sí, ni Frente Amplio no o no, la clase alta se fragmentó.

Esta ruptura me lleva a pensar que existe una doble vía en la evolución de Costa Rica hacia el futuro. El camino de los que piensan que una economía boyante es suficiente para sacar adelante al país y el de los que buscan un modelo que equilibre lo económico con lo social. El modelo estadounidense frente al modelo europeo, si queremos simplificarlo al máximo.

He insistido mucho en estos días en que la senda del crecimiento económico en Costa Rica, no puede ir separada de los avances en libertades civiles en los que somos un referente mundial. Más aún cuando el país abandonó, años ha, la etiqueta del subdesarrollo para insertarse en la de renta media. Costa Rica en el mundo es admirada por no tener ejército, por su respeto al medioambiente y por contar con personas muy capacitadas, entre otros.

Es innegable que, a pesar de la mala situación de las finanzas del Estado, merced a 10 años de políticas expansivas del gasto público, el potencial económico de Costa Rica es muy alto. Precisamente lo es en este mundo globalizado de la economía de la información, en la que la alta cualificación de las personas está por encima de la mano de obra barata.

No podemos mirar hacia otro lado y pensar que ese mundo que hoy nos admira, seguirá volviendo sus ojos hacia una Costa Rica menguada en derechos civiles, una Costa Rica reaccionaria, una Costa Rica con su capital humano mermado en su libertad. Resulta impensable que en un mundo interconectado podamos darnos el lujo de recortar derechos o revisar nuestra participación en foros internacionales de Derechos Humanos. ¿Qué harían en esa situación las multinacionales que cada año depositan su confianza en Costa Rica como centro de operación regional?.


Hay mucho trabajo por hacer para continuar en el camino del desarrollo humano de todo un pueblo. Sinceramente creo que ese trabajo sólo se puede acometer desde la unidad en torno a un proyecto común basado en la libertad.

18 de marzo de 2018

Un gobierno de Coalición Nacional

5 de febrero de 2018. Rodolfo Piza, candidato presidencial del PUSC, apenas ha dormido. Se levanta de madrugada desvelado. No es el resultado de su candidatura lo que lo tiene desvelado, sino el panorama que se presenta para la segunda ronda. Hiperactivo y taciturno, comienza a redactar un documento con cerca de cien puntos en los que basar una futura negociación para unirse a alguno de los dos candidatos que quedan en liza.

Javier Chaves, presidente de Aldesa y destacada figura del equipo de Piza, es el primero en conocer sus planes: establecer un programa para lograr un acuerdo de gobierno con alguno de los dos candidatos. Este borrador incluía puntos que suponían para Restauración y PAC abandonar algunas de sus líneas rojas, en cuanto a derechos y libertades y programa económico, respectivamente. Con la lista consensuada junto a su equipo y otros líderes del PUSC, comienza la negocicación con ambos candidatos.

Ese mismo día Carlos Alvarado llama a Rodolfo Piza. Proponen una reunión inmediata, la cual no resulta muy satisfactoria para los mariachis que ven buena disposición en el candidato, pero existen aún muchos puntos de discordia. Junto al programa, Piza y su equipo buscan garantizar el acuerdo proponiendo incorporar a las personas que hagan cumplir lo pactado en puestos claves del futuro gobierno de coalición.

Rodolfo Piza no encuentra la misma receptividad por parte de la candidatura evangélica. Fabricio Alvarado se toma unas merecidas vacaciones y deja al mando al experimentado diputado Mario Redondo, que se erige en próximo ministro del gabinete restaurador. Redondo no tarda en ponerse manos a la obra, pero no para acercarse a su antiguo partido, el PUSC, sino para reunirse con Carlos Benavides, el diputado electo del PLN y mano derecha de la campaña de Alvarez Desanti.

Piza no logra respuesta por parte de Fabricio, pero lo intenta por medio de Javier Chaves, quien contacta a Mario Redondo. Este encuentro tampoco fructifica. Redondo, si bien acepta las líneas maestras del programa de Piza, no ofrece ninguna garantía a Chaves para que se cumpla lo pactado, “hablemos después del 1 de abril, seguro que llegamos a un acuerdo”, parece ser el mensaje del negociador de Restauración. Ya Redondo tiene sus piezas en el tablero, gracias al acuerdo logrado con una de las facciones de Liberación. Además a Restauración le llueven las propuestas de ministrables gracias a los oficios de Redondo y de Mónica Araya Esquivel, lobista de los exportadores y cercana al PUSC hasta el 5 de febrero.

Carlos Alvarado avanza dentro de su candidatura para modular posiciones y hacer viable el acuerdo de Coalición con Rodolfo Piza. Así, el siete de marzo, después de muchas sesiones de trabajo se logra un documento consensuado entre ambos equipos. Piza no quiere una adhesión vacía, sino un acuerdo de gobierno que dé estabilidad al país, garantizado con una serie de puestos claves que ya tienen nombre y apellidos: André Garnier, Edna Camacho o Jorge Guardia, entre otros.

Piza llega más lejos y logra el compromiso por parte de Alvarado de que los puestos clave para cumplir el programa de la Coalición, serán propuestos por él. Además el equipo de Piza lidera el grupo económico conjunto y apoyará la campaña de Carlos Alvarado que pasa a ser la de la Coalición.


A partir del acuerdo llegan las adhesiones que sorprenden a propios y extraños: Luís Javier Castro, Dyalá Jiménez Figueres o Rafael Ortiz, rival de Piza en las primarias del PUSC. Esta Coalición permite, no sólo quitar etiquetas al PAC, sino augurar un futuro más claro para después del 2 de abril. El propio José María Figueres señaló esta alianza como la única viable para el futuro de Costa Rica ante este panorama para el balotaje. Marcando así la clara división interna existente en el seno de Liberación Nacional que, pese a su mayoría parlamentaria, resulta complicado pensar que será un bloque compacto.

11 de marzo de 2018

Costa Rica ante su espejo

Antes de comenzar quiero invitar al amable lector a que revise mi anterior entrada en relación con mi postura en la primera ronda electoral del 2 de febrero. Nunca me he sentido cerca del PAC. Pero la realidad en la que estamos nos obliga a recalibrar nuestro pensamiento, porque estamos ante una segunda ronda absolutamente inesperada. Aunque parece que hay mucha gente que aún sigue en primera ronda, cuando había otras alternativas, más allá de este panorama que se nos plantea: una mala opción o una opción peor.

Una opción que debe señalar con claridad si vamos a seguir por la senda del despilfarro público, la inacción ante la criminalidad y el circo mediático como forma de hacer política. Dejar claro si esta opción representa el continuismo de 12 años de impulso estatal imparable e ineficiente, que no atiende a las necesidades básicas de la población: salud, educación, seguridad e infraestructura. Mala opción pensar que sólo más impuestos solucionan el problema.

La otra opción para el gobierno de Costa Rica es un grupo con intereses espurios, plagado de ineptos y liderados por un fanático religioso que ni siquiera pudo graduarse en la universidad. Que cancela debates porque no tiene propuestas ni programa más allá del modelo de familia pentecostal. Una opción en la que los que rodean a última hora al candidato van buscando el favor político, la palanca del Estado para los negocios propios o recobrar el protagonismo que las urnas les negaron. Pésima opción si, con la esperanza –probablemente falsa- de mejorar las finanzas públicas, Costa Rica tiene que retroceder al siglo XIX en materia de derechos humanos.

Este es el debate que vivimos a diario en los cafés, en las oficinas y en las redes sociales. Un debate tergiversado como siempre por acusaciones de parte, por verdades a medias y por presiones de todo tipo.  Un debate en el que está saliendo a flote lo peor de la sociedad tica. En el que hablar de derechos humanos empieza a estar mal visto, porque podría afectar a las tasas de interés. En el que hay que taparse la nariz y transigir con los que atacan sistemáticamente nuestro credo, con tal de que lleguen a redactar un plan de gobierno potable para las élites económicas.

A veces hablamos de fractura social cuando vemos el auge de determinadas opciones populistas. Desde los cantos de sirena del chavismo, hasta la oleada conservadora evangélica. Movimientos extremos y pendulares presentes en todo el continente. Lo que no apreciamos es que estamos ante algo más que una lucha de clases, o el reflejo del resentimiento social de una sociedad con importantes desequilibrios sociales. Estamos ante el examen de reválida de una sociedad y una democracia madura.

Si el 5 de febrero preguntaba públicamente ¿qué hiciste por evitar este escenario?, hoy mi pregunta es ¿qué vas a hacer para evitar que Costa Rica vuelva al pasado o caiga en la quiebra?. Porque es muy difícil pensar que un país que da marcha atrás en libertades civiles, en derechos humanos consolidados como los que tienen las grandes democracias de Occidente, vaya a sobrevivir económicamente en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo. Si hoy el mundo mira hacia Costa Rica por algo, es por el camino recorrido gracias a los avances que lograron los Santamaría, Mora, Facio, Figueres o Calderón. No lo deshagamos ahora por el espejismo de la teología de la prosperidad.