25 de febrero de 2010

¿Es necesario un gran pacto en España?


Hoy se producirá la primera reunión de la tan cacareada comisión para buscar un pacto político. Esta comisión tiene por objeto buscar una especie de pacto de Estado por el cual, la inmensa mayoría de los representantes de la soberanía popular, converjan en una serie de medidas que ayuden al país a salir de la crisis. Esta supuesta necesidad de pactar tiene dos vertientes claramente diferenciadas: una política y otra económica.

Empecemos por la económica. Las variables macroeconómicas de España no pueden ser peores: importante caída de la actividad económica, déficit público galopante y espectacular aumento del desempleo, todas ellas con indicadores bastante más negativos que la media de los países desarrollados. Sin embargo estos datos no son la causa, sino las consecuencias del principal mal que padece la economía española: la incertidumbre.

Los agentes principales económicos, familias y empresas, se encuentran inmersos en una situación de tremenda incertidumbre que no les permite tomar decisiones a corto o medio plazo. En otras palabras, las familias no consumen y las empresas no invierten porque tienen miedo. Miedo a un futuro incierto. Esta situación requiere de una especial determinación por parte de los que gobiernan, es decir, de la demarcación de un rumbo para salir de la atonía económica actual. Para ello, ante la falta de medidas claras, pareciera que el Gobierno debe contar con el concurso de la oposición para marcar unas líneas básicas de actuación.

Políticamente, no obstante, hay que analizar la cruda realidad de la situación en la que se ha colocado el propio Gobierno. Después de negar la evidente caída de la economía española durante más de un año; y hablando de "brotes verdes" desde mediados de 2009 -es decir que la crisis, según Rodríguez, ha durado menos de seis meses-, parece ser que finalmente los mercados y la prensa internacional han abierto los ojos a nuestros gobernantes.

Los recientes varapalos recibidos por España en el ámbito internacional han forzado al Ejecutivo a plantearse tomar medidas reales contra la crisis. Estas medidas, que algunos preferimos llamar "reformas", claramente han de ser impopulares. Se acabaron los tiempos de las subvenciones, los cheques-regalo y las subidas ilimitadas de salarios, pensiones y subsidios. Ahora ha llegado la hora del ajuste. Un ajuste que vende muy mal de cara a las próximas elecciones, a saber, catalanas a final de año y municipales el año entrante.

De ahí que los hábiles asesores de nuestro presidente hayan visto esto del pacto de Estado contra la crisis, como la gran tabla de salvación. Rodríguez no quiere, no puede, acometer reformas que rompan su imagen de generoso derrochador de los recursos públicos y defensor de los supuestos débiles. De ahí que pretenda hacer copartícipe a su principal competidor de lo impopular de la crisis, es decir, de los ajustes y reformas necesarias para devolver la confianza a mercados, empresas y familias. En caso contrario la trampa ya está armada, si el PP no acepta el guión será el culpable de la propia crisis.

Por tanto, aunque desde un plano económico pudiera ser interesante hablar de gran pacto económico, no pareciera viable, ni siquiera lógico, dad la situación política actual. Para hablar de pacto el Gobierno debería empezar por reconocer los errores -no pocos- cometidos a lo largo de los dos últimos años. A partir de ahí podría empezar a construirse un escenario de salida de la crisis común. No sin antes plantear un rumbo que dista mucho de lo que viene haciendo le Ejecutivo de Rodríguez Zapatero desde que la crisis afecta realmente a millones de españoles.

15 de febrero de 2010

Tiempo de pactar en Costa Rica


Una vez dilucidada la contienda electoral es tiempo de que los dirigentes políticos unan esfuerzos para un mejor futuro de Costa Rica. Sobre todo porque, aunque la responsabilidad de gobernar vaya a recaer sobre Laura Chinchilla, el Poder Legislativo debe asumir más protagonismo en esta nueva etapa que se abre.

Son dos los motivos que nos pueden impulsar a creer que cabe un pacto de Estado que posibilite grandes reformas estructurales en el país.

Victoria clara. El primer factor procede de lo impecable que ha sido el proceso electoral. Una victoria clara de Laura Chinchilla –aunque no del PLN en las legislativas– y la ejemplar aceptación de la derrota por parte de los otros dos principales candidatos en liza, suponen una consolidación de la normalidad democrática que algunos grupos han intentado poner en tela de juicio en los dos anteriores sufragios.

Esto origina un clima propicio para que futura gobernante y oposición se sienten a dialogar para poner en marcha los grandes proyectos, principalmente en materia legislativa.

Por otra parte, a pesar de las grandes diferencias surgidas en el fragor de la campaña electoral, sin duda hay una serie de preocupaciones básicas que han centrado los mensajes de casi todas las opciones. Seguridad ciudadana y situación económica han sido los temas básicos tratados a lo largo de los últimos meses de proselitismo.

Las reformas estructurales que requiere la economía costarricense, amparadas ya de facto por el TLC, solo pueden ser llevadas a cabo por aquellos que creen en la economía de mercado y no en la planificación estatal al más puro estilo soviético.

En este sentido, en materia económica, parece que liberacionistas y libertarios están condenados a entenderse, siempre y cuando se superen las barreras ideológicas y se imponga en pragmatismo. El PAC, por su parte, se encuentra muy alejado de los planteamientos de las otras dos fuerzas mayoritarias.

En cuanto a la seguridad, el pacto de todas las principales fuerzas políticas, resulta clave, dada la urgencia de plantear profundas reformas legislativas en materia procesal y penal.

Así, los planteamientos más radicales protagonizados por los candidatos en la campaña electoral, no deben ser un óbice para que doña Laura reúna a la oposición en torno a un objetivo común: reducir los índices de criminalidad. Fin que la sociedad costarricense demanda desde hace ya bastante tiempo.

Aunar esfuerzos. Este nuevo panorama que se abre con la sólida victoria de Liberación Nacional, solo se traducirá en una época de prosperidad y progreso para Costa Rica si los diferentes actores son capaces de aunar esfuerzos.

Para ello Laura Chinchilla tiene que ser capaz de dejar a un lado las tentaciones partidarias del vencedor y Otto Guevara y Ottón Solís tener claro que para las próximas elecciones faltan aún cuatro años. Es tiempo de diálogo y de arrimar el hombro.


Publicado en La Nación de Costa Rica el 13 de febrero.

12 de febrero de 2010

Demagogia y recorte presupuestario


En los últimos días hemos presenciado toda una serie de declaraciones, presentaciones y episodios varios relacionados con la posible reducción del elevadísimo déficit público -diferencia entre ingresos y gastos de las Administraciones Públicas- que tiene España, concretamente un 11,4 por ciento del PIB. Para poner la cifra en contexto hemos de tener en cuenta que este nivel de déficit supone que las administraciones han gastado durante 2009 unos 100.000 millones de euros más de lo que han ingresado. En términos de porcentaje las estadísticas nacionales iniciadas en 1979 nunca han registrado un déficit de semejante calibre.

Este tremendo desequilibrio entre los ingresos y los gastos del sector público preocupa mucho a los inversores internacionales, que temen que España tenga dificultades para devolver el principal y los intereses de la deuda pública, es decir, de los créditos que mantiene para financiarse. El Gobierno ha anunciado un plan de reducción del gasto público de unos 50.000 millones de euros en tres años, aunque esta misma semana ha incrementado ese gasto en unos 500 millones para seguir pagando a los desempleados que dejen de percibir el subsidio.

Se han dado a conocer algunos detalles de este plan de ajuste presupuestario, aunque mucho de este recorte va a corresponder a las Comunidades Autónomas. Desconocemos el grado de aceptación que tendrá la propuesta entre los líderes regionales, aunque no hay que ser adivino para darse cuenta de que van a poner el grito en el cielo. Sobre todo porque hace sólo unos meses el propio Gobierno les entregaba una capacidad de gasto adicional de unos 11.000 millones de euros.

La oposición hizo una propuesta de recorte de ministerios y cargos de confianza (secretarios de estado, directores generales, asesores...), lo cual suponía, según el PP, un ahorro de unos 200 millones de euros. La iniciativa fue aprobada, por cuarta vez en menos de un año, por todas las fuerzas políticas salvo el PSOE. El Gobierno y no pocos analistas políticos han calificado la propuesta de "demagógica". Otros han afirmado que esta medida no es suficiente para reducir el elevado desequilibrio presupuestario de nuestro país, sino que es "el chocolate del loro", con perdón.

Tiene gracia que se diga que eliminar gastos absolutamente inútiles es una propuesta "demagógica" o "insuficiente" sin proponer nada a cambio. Algunos no entienden que para reducir unos 15.000 millones de gastos público al año de un sólo plumazo habría que prescindir de servicios básicos o dejar de construir infraestructuras. Aunque parece ser que se prefiere eso en vista de que es el Ministerio de Fomento el que más va a sufrir el recorte con unos 1.800 millones de euros menos para invertir.

Dicho de otro modo, rebajar el número de altos cargos, asesores y demás beneficiarios con carné parece ser mucho peor, según nuestros gobernantes, que reducir la inversión en carreteras. Eso sí es demagogia. Como demagógico es tachar las propuestas de los demás sin proponer en debate público nada a cambio. Pronto nos dirán que es mejor jubilarse a los 75 años con tal de contar con infinidad de cadenas de televisión autonómicas, o que es preferible que cada político de cierto nivel en este país tenga un coche oficial, secretaria, jefe de gabinete y dos escoltas en lugar de que nuestros hijos vayan a la universidad. Ver para creer.