Hace unas semanas se aprobaba en el Parlamento español la declaración del Año de la Memoria Histórica a petición de Izquierda Unida (IU) y con el apoyo del partido en el Gobierno y la mayoría de las fuerzas políticas, sobre todo nacionalistas. Esta declaración pretende que no se olvide la confrontación civil española iniciada en 1936 y la posterior dictadura de Francisco Franco.
Leíamos en Tercera Vía que “en España se ha vivido una transición ejemplar. Modelo para muchos países que han pasado de la dictadura a la democracia y no han terminado de lograr la nación que convive a pesar de las diferentes ideologías de sus habitantes. Superada la transición ahora hay que reabrir las heridas y señalar a cualquiera que no esté dispuesto a honrar a los muertos del bando perdedor, los del bando ganador y las víctimas colaterales no cuentan, ahora son los malos o simplemente muertos sin conciencia de clase”. Porque los muertos de la contienda fraticida patria están resultando ahora claves para el apuntalamiento en el poder de este “rojo” gobierno.
Sin embargo, en el otro lado de la balanza tenemos a otros muertos, más de 800, de los cuales queremos olvidarnos, pretendemos pasarlos por alto, no son convenientes en este momento. Estos han muerto mucho después y no ha sido fruto de una guerra, ni de un golpe de estado, ni de fusilamientos, sino que han muerto por medio del terror, mediante el disparo en la nuca o el coche-bomba.
Cuando a mediados de los 70 la sociedad española decide, en un ejemplo de madurez hoy alabado por el mundo entero y por la Historia, olvidar una etapa de cuarenta años para sembrar la semilla de la concordia, la paz y la democracia, los cientos de miles de muertos quedaron enterrados y bien enterrados. Pero ahora se pretenden desenterrar.
Los que no interesan son los muertos asesinados por ETA. Esos que se queden en los camposantos y en el recuerdo de sus familiares. Hemos de mirar hacia el futuro y hacer un esfuerzo para que triunfe la paz y acabar con la lacra del terrorismo mediante el diálogo.
Imagino que ya el lector ha comprobado que en esta España del neo-izquierdismo políticamente correcto existen varias categorías de muertos, al igual que diversas varas de medirlos. Aquellos que lucharon en la Guerra Civil del bando republicano interesan, valen, ¡memoria histórica!. De los que murieron defendiendo sus ideas en plena democracia mejor olvidarnos, al menos por ahora.
Uno viene defendiendo el proceso de paz en el País Vasco pero no a cualquier precio y sin olvidarnos de que las víctimas merecen nuestro reconocimiento. Nuestros predecesores hicieron un esfuerzo y nosotros lo haremos, pero no intentemos resucitar muertos cuando hay otros más recientes a cuyas familias pedimos “altura de miras”.
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