En estos días hemos asistido a la
defunción del agónico Partido Comunista de España (PCE) y sus secuelas,
agrupadas bajo diversos acrónimos. Los comunistas en España son una suerte de
grupo marxista-leninista que se resistía a su extinción. Su resultado electoral
del 20 de diciembre fue el epílogo de una historia de fracaso.
Pero ese grupo minoritario, que nunca
logró un resultado electoral memorable, era el reflejo de una sociedad en la
que aún existían varios centenares de miles de ciudadanos de una izquierda
nostálgica y bizarra. Ahora las cosas han cambiado y esa minoría de izquierdas
se transforma en una nueva mayoría que ha fagocitado sin complejos a esos
nostálgicos del PCE y sus socios.
Resulta curioso que haya nacido un
partido político en España que, con un discurso similar e incluso más agresivo
que el del PCE, logre resultados tan importantes como los que consiguió Podemos
en diciembre. ¿Qué ha cambiado para que una sociedad que nunca apoyó al
trasnochado PCE apoye masivamente a una opción más a la izquierda?.
Quizá el primer factor sea la aparición
en España, bajo la excusa de la crisis económica, de un resentimiento social
desconocido hasta el momento. En España hemos pasado de ser un país de éxito, a
aborrecer cualquier atisbo de éxito por parte de cualquiera de nuestros paisanos.
El éxito ha sido transformado por los medios de comunicación en un sinónimo de
ambición pre-crisis, de capitalismo
salvaje, de corrupción.
Podemos ha capitalizado el discurso de
este resentimiento basado en la antigua dicotomía comunista de los pobres contra los
ricos. Como si tener éxito, ser un profesional reconocido o simplemente ser un empresario
próspero fuera lo mismo que ser un evasor, un ladrón, un corrupto. Es la pobreza
mental de la suma cero del comunismo: si alguien gana algo es porque otro lo
pierde.
El siguiente ingrediente fundamental han
sido los cacareados recortes del Estado de Bienestar en España. La realidad es
que en España el Estado apenas ha visto reducirse su tamaño en los ocho años
que dura ya la crisis económica. Ni se han producido despidos masivos de
empleados públicos, ni las administraciones han dejado de gastar decenas de
miles de millones de euros en partidas que en poco o nada se traducen en
servicios públicos esenciales: salud, educación, infraestructuras, justicia o
seguridad. Al contrario, ha sido la inversión pública la que ha sufrido mayores
recortes con los consiguientes efectos sobre el sector privado.
Sin embargo, la tímida reducción del
gasto público ha sido aprovechada por esta nueva izquierda para multiplicar su
influencia en una sociedad cada vez más sensible a los asuntos públicos
relacionados con el gasto. El efecto exponencial de este factor ha sido la
corrupción. Cualquier caso de corrupción pública ha sido convertido en una
palanca para hacer creer que el dinero de la corrupción estaba relacionado con
los recortes: “Ellos roban y nos recortan
a nosotros”.
Es ese ellos contra nosotros el principal movilizador de esta izquierda.
Se busca la confrontación política, la división social y se inventa la
segregación económica. De ahí que prácticamente no tengan propuestas reales en
su programa más allá de buscar el revanchismo hacia los otros. Para ello no han dudado en apuntarse a la vieja teoría de
las Dos Españas y afiliarse –a pesar
de su juventud- al bando políticamente correcto para resucitar la contienda en
la búsqueda de nuevos adeptos.
A lo anterior hemos de sumar la
indisimulada doble moral de esta izquierda: enchufismo, apoyo al
independentismo, alineación con el entorno pro-etarra, etc. Colocaciones
indiscriminadas de sus correligionarios –incluidos familiares- en aquellos
lugares en los que gobiernan. Doble discurso sobre la unidad de España y apoyo
a los referendos de independencia. Resucitan los muertos de la Guerra Civil
pero pretenden que olvidemos a los asesinados por ETA. Estos factores suman
votos ante un electorado cada vez más influenciable por las redes sociales. Las
redes promueven una especie de activismo militante en determinados temas, de
forma que el votante no mira el panorama general, sino cuál es el partido que
se alinea con mi causa. Es la victoria de las minorías de la que hablamos aquí.
Esta es la izquierda que logra resultados
en España y que está cerca de formar opción de Gobierno. Esta es la izquierda
de la ruptura de cerca de cuarenta años de convivencia pacífica y tolerante
entre españoles. La izquierda que está haciendo buenas las palabras de Napoleón
Bonaparte: “A la mayoría de los que se
sienten oprimidos, no les importaría ser opresores”.
2 comentarios:
Hola Paco,
Después no digan que no se les avisó con tiempo, pero nadie escarmienta en cabeza ajena. Mira el ejemplo de Venezuela, cuando los cubanos les advertíamos a los venezolanos lo que se les venía encima ellos decían: Aquí no va a pasar como en Cuba que nosotros somos muy arrechos y resulta que Maduro ha sido tan buen alumno de los Castro que en menos tiempo que el que llevan los hermanos dictadores en el poder ya ha llevado a Venezuela al mismo nivel de miseria que en Cuba.
El comunismo lo único que hace bien es repartir miseria, al pueblo claro, que los gobernantes viven como marajás.
Hola Lola, gracias por tu comentario.
Fíjate que no he querido tocar el tema "venezolano". En España la gente desconoce lo que sucede en la República Bolivariana porque "queda muy lejos" y piensan que algo así nunca sucederá en Europa, a pesar de Grecia.
Qué pena que no se recuerden aquellas palabras del desaparecido primer ministro sueco Olof Palme: "¿Acabar con los ricos?. Nosotros lo que queremos es acabar con la pobreza".
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