Madrid 12 de octubre de 2017, un joven se aproxima a
presenciar el desfile conmemorativo del Día de la Hispanidad. Porta una bandera
de España a la que anexa otra con los colores arcoiris de la diversidad sexual.
El resto de los asistentes lo saludan amigablemente, algunos “incluso me han pedido tomarse fotos
conmigo”, confirma Valentín Garal,
orgulloso defensor de la libertad.
Esa misma noche, Valentín accede a una discoteca gay con un lazo con los colores de la
enseña nacional. El joven es increpado hasta en cuatro ocasiones por personas
de su misma orientación sexual, tachándolo de facha, fascista o
pregúntandole de forma despectiva “¿por
qué llevas eso?”.
Les da la razón a los que acusan a Valentín el conocido
columnista Javier Marías en su hoja
parroquial dominical en El País,
el medio de comunicación del centroizquierda español. Dice Marías que “siempre que veía gran número de banderas me
acordaba de Núremberg” y que esta oleada de banderas españolas es “el despertar de un
nacionalismo peligroso que llevaba décadas adormecido”.
Estas afirmaciones procedentes de uno de los líderes
intelectuales de la izquierda moderada española no es un caso aislado. Portar
una bandera de España es considerado, para una parte de los españoles, un
símbolo de pertenencia a la extrema derecha. Dicho de otro modo, los que nos
sentimos españoles y lo confirmamos usando la bandera de nuestro país somos
unos fascistas.
Nosotros, los fascistas, no increpamos a los que usan la
bandera del orgullo gay. Lo respetamos, porque respetamos la diversidad, pero
no hacemos alharacas por ello. Quizá sea porque en nuestras filas fascistas
militan muchos homosexuales y no los señalamos como tales, sino como uno más.
Por el contrario estos repartidores de carnés de fascista, los intelectuales de
la izquierda y los portadores de camisetas del Ché Guevara –homófobo de reconodida trayetoria criminal, pero al
que se le perdona todo por sus revolucionarias
ideas-, tienen la necesidad de repertirnos una y otra vez su rechazo al hetropatricarcado o a la ideología de género.
En esta misma línea, nosotros, los fascistas, somos hombres
y mujeres, sin distinción, sin necesidad de anunciar a los cuatro vientos si
cumplimos o no con las políticas de paridad de género. No vemos necesario sacar
pecho si una mujer es nombrada presidenta, portavoz o alcaldesa. Es algo
normal. Por el contrario los repartidores de carnés de fascista, siempre con su
actitud de macho alfa, tienen que
dejar clara su política de igualdad de genéro, segregando a las mujeres en
grupos feministas.
Nosotros, los fascistas, no vamos proclamando nuestra
simpatía con esta o aquella minoría, por el contrario las integramos a todas
dentro del respeto por la libertad, la democracia y la diversidad. Quizá por
eso, los repartidores de carnés de demócrata, necesiten llamarnos fascistas.
A nosotros, los fascistas, nos invade la zozobra cuando
vemos el resurgimiento en Europa y América de movimientos de extrema derecha o
extrema izquierda, así como las derivas totalitarias que experimentan algunos
países. A los repartidores de carnés de fascista, por el contrario, sólo les
molestan los movimientos de extrema derecha, mientras que miran con buenos ojos
cualquier ascenso de la izquierda totalitaria o los avances de las dictaduras
de izquierdas en América Latina.
Quizá lo que los repartidores de carnés de fascista no
quieren ver es que nosotros, los fascistas, somos demócratas convencidos, nacidos,
criados o defensores del Estado de Derecho; somos de izquierda, de centro y de
derecha; somos hombres y mujeres adinerados, de clase media y pobres;
heterosexuales y homosexuales; católicos, evangélicos, judíos, musulmanes,
agnósticos y ateos. No quieren ver que la sociedad española ha evolucionado y
superado la larga noche de la dictadura hace mucho tiempo. Que enarbolar
nuestra bandera es un síntoma de normalidad democrática, como lo es en Japón,
en Grecia, en Venezuela o en Francia.
Nosotros, los fascistas, somos, al fin y al cabo, personas
que, sin sectarismos, sin rencores, sin resentimientos, pero también sin miedo,
creemos en la libertad, en la democracia y en el Estado de Derecho. Quizá por
eso nos llamen fascistas. ¡Ya basta!.
2 comentarios:
Muy bueno. Lo pongo en mi Twitter (con eco en mi FB). Un saludo.
Muchas gracias José. Curiosamente los artículos así no tienen mucha repercusión porque hay que leer un rato y en Twitter la gente busca más la foto.
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