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27 de enero de 2010
¿Debate?. ¿Qué debate?.
Si echamos un vistazo a la portada de cualquier diario, nos percataremos de que existen unos cuantos temas fundamentales de convivencia democrática que requieren de un profundo debate si se quieren resolver de una forma eficaz. Esa resolución es válida cuando nace de un acuerdo político amplio, no de la mera imposición de una mayoría, en ocasiones muy escueta. Del mismo modo, buscar permanentemente el consenso sería poco menos que utópico y nos llevaría a la parálisis de la iniciativa legislativa.
Este pretendido ideal, al menos para el que redacta estas líneas, queda muy lejos de esta realidad nuestra. En España no existe un verdadero debate público sobre temas de tanta importancia como la energía nuclear, la reforma de la educación o la del mercado laboral. A no ser que confundamos el debate real de los que tienen voz y voto en sede parlamentaria, con esas discusiones que se reproducen en tertulias televisivas y radiofónicas.
Nuestros políticos no quieren tener que dar argumentos y rebatir los del contrario bajo el auspicio de la soberanía popular, es decir, en las cámaras legislativas. Prefieren la negociación bilateral para reunir votos, cuando no orientarse por los sondeos de opinión para tomar decisiones sin arriesgar demasiado, no vaya a ser que pierdan algunos votos. Lo suyo son las consignas, las soflamas y los ataques en lugar de los sólidos argumentos necesarios para ganar un debate público.
Como ejemplo palmario tenemos la recientemente aprobada Ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, o sea del aborto. Sí, mucho tertuliano a favor y en contra, mucha columna a favor y en contra, mucho mitin dominguero y demagógico, incluso muchas manifestaciones y grupos en feisbuk, pero, ¿alguien recuerda el debate que hubo en el Congreso de los Diputados?. A la cámara baja se va ya con las leyes aprobadas gracias al chalaneo de votos, negociados sin luz ni taquígrafos y sin que los ciudadanos sepamos a qué se ha comprometido el partido en el poder a cambio de cinco votos.
Más grave aún es ese pretendido “Pacto de Estado de la Educación”, por el cual los dos partidos mayoritarios se sientan a discutir una ley fundamental para el futuro de nuestro país. Eso sí, se cuidan mucho de que los españoles sepamos lo que discuten. Como al PP se le ocurrió lanzar públicamente algunas de sus ideas sobre la reforma educativa, el propio Ministro de Educación no dudó en declarar públicamente que era “ilógico hacer declaraciones sobre un tema que se está negociando”. En otras palabras, mejor que no sepamos nada, no vaya a ser que la opinión pública lo estropee todo.
Los medios de comunicación, tan espléndidos ellos, nos quieren hacer ver lo contrario. Hablan sin cesar del “debate abierto” por esto y por aquello, pero en realidad ese debate no va más allá de las discusiones entre tertulianos o de las columnas, generalmente cargadas de soflamas, defendiendo posiciones, que no debatiendo.
Debatir es mucho más que lanzar proclamas en una rueda de prensa o sentarse a negociar en una oscura –no por falta de energía eléctrica- sala del Congreso de los Diputados. En un país en donde la Sociedad Civil no pinta nada, sin think tanks independientes, con una vida parlamentaria de encefalograma plano, resulta incluso vergonzoso que nos hablen continuamente de “debate” precisamente los que lo tienen secuestrado.
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4 comentarios:
Creo que todo sigue siendo el efecto de tener unos políticos profesionales,pero totalmente faltos de vocación,con lo cual quedan totalmente desnaturalizados.
Un saludo.
Nacho,
Yo apellidaría esa "vocación": de servicio público. Estos lo que tienen es vocación de tener poder por el poder, cuando no de enriquecerse o tener mejores empleos de los que, sin duda, conseguirían en el sector privado.
Gracias por comentar.
Creo que Nacho se refiere a profesionales de la política (o así los llaman los politólogos). Los politicos profesionales son los que expertor en un ámbito concreto (ciencia, leyes, etc. ) son llamados al Gobierno.
Muy buena entrada. Desde luego se les llena la boca a todos de democracia, y precisamente el órgano que representa la democracia (Parlamento) es el más ninguneado...
Gracias Gonsaulo.
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