Seguramente el revuelo formado con la propuesta de Estatuto/Constitución de Cataluña, hace que no sea lo más recomendable abrir ahora un debate sobre la continuidad del sistema político de monarquía parlamentaria existente en España. Sin embargo, al entrelazarse el nacimiento de la nieta de don Juan Carlos con los acontecimientos políticos, no podemos obviar unos comentarios, dado que antes o después el debate se abrirá en la sociedad española.
Mi primer comentario va destinado a todos aquellos que tienen un mal entendido temor por el término república, que viene a definir el más antiguo de los modelos de democracia, existente ya en tiempos de la Antigua Grecia. Salvando las distancias. Hoy ya no se entiende la antigua terminología postfranquista, dilatada en el tiempo tras el pretendido golpe de Estado de 1981, que designaba como republicanos a los contrarios a los designios del dictador, ni mucho menos. A mi juicio, hoy en día en todo el arco parlamentario español existen, en mayor o menor medida, republicanos. Por tanto, el término republicano, aunque no guste en ciertos ambientes, ha dejado de tener los tintes stalinistas y peyorativos de épocas pasadas.
Por otro lado es cierto que el papel histórico de la monarquía en nuestro país ha sido fundamental como unificador de la Patria. Desde los Reyes Católicos, pioneros en la unificación y creación de lo que hoy entendemos por España, hasta el desatinado e indolente Fernando VII El Desedado, que acabó siendo un fraude pero su figura unió a los españoles frente a la invasión napoleónica. Otra cosa bien distinta es que aquellos reyes vivían situaciones bien distintas, al ser sus gobiernos fruto de la monarquía absoluta, lo cual les permitía soportar todo el poder del Estado. En la actualidad el concepto de monarquía parlamentaria está muy lejos de otorgar ningún papel en la división de poderes al rey, siendo su figura meramente representativa.
A continuación quiero poner de manifiesto la gran distancia que existe entre el sentimiento monárquico de los españoles y el denominado juancarlista. Sin lugar a dudas la figura de nuestro actual rey, don Juan Carlos I, despierta un fuerte nexo de unión entre todos los españoles. Su papel a lo largo de la Transición fue clave y su intervención en el fallido golpe de Estado en los inicios de los 80, le ha valido el respeto absoluto de toda la sociedad española. Dicho en términos coloquiales “se ha ganado el puesto”.
Nuestros actuales reyes se “ganan el puesto” casi a diario, dado que su fuerte carisma, cincelado por una disciplina férrea y el apego a las tradiciones, principalmente por parte de doña Sofía, les han convertido en la mejor imagen que España proyecta hacia el exterior. Esta imagen es especialmente envidiada en Hispanoamérica en donde los reyes de España son amados y respetados por todo el pueblo de nuestros países hermanos.
Ahora bien, salvo que los acontecimientos que se están desarrollando en España, con motivo de la excesiva debilidad institucional en el plano nacional e internacional que está demostrando el actual Gobierno, se tornen amenazantes, el papel de la Corona será cada día menos importante. Y será de menor calado aún cuando se produzca el cambio, bien por abdicación de don Juan Carlos o por sucesión natural, pasando don Felipe a ocupar la corona.
¿Se extinguirá el juancarlismo?. ¿Tienen los Príncipes de Asturias capacidad, no sólo por su formación tan dispar, sino por su liderazgo, para asumir el reto de “ganarse el puesto?. ¿Continuará siendo necesario el papel unificador de la Corona en una democracia madura como la española?. ¿Merece la pena la inversión anual por parte de todos los españoles en la figura de la monarquía?. A todos estos interrogantes hay que sumar la denostada imagen de doña Letizia en muchos sectores de la opinión pública española.
El nacimiento de la infanta Leonor, promete debate. Aunque se quiera ceñir todo al discurso populista y demagógico de la necesidad de eliminar la Ley Sálica, la monarquía podría someterse a plebiscito en breve. Hablo de discurso populista y demagógico porque se habla de “equipar la Constitución a los tiempos que corren”, que argumentó don Felipe de Borbón a los minutos del nacimiento de su hija, pero ¿qué ocurre con la Infanta Elena, postergada por la misma ley que se quiere modificar ahora a bombo y platillo?.
Sin lugar a dudas el debate está latente y su reapertura será encarnizada en los próximos años. Se admiten opiniones.
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