Resulta curioso que, cuando ya estábamos iniciando “la senda de la recuperación”, el Gobierno haya tenido que lanzar un programa de ajuste del gasto público, quizá el más antisocial de toda la democracia. Pero parece que los mercados, esos diabólicos e insaciables órganos económicos, culpables últimos de cualquier contratiempo en la tarea de Gobierno, tienen más poder sobre los políticos de hueso rojo, como nuestro querido Presidente, que todo un país clamando soluciones.
Hoy muchos empleados públicos se han echado a la calle -más bien se han quedado en casa- para protestar por el recorte salarial que les ha propinado su jefe. Ellos son los grandes pagadores de este decretazo inspirado por Merkel, Sarkozy y Obama. Claro que también son los funcionarios los que no quisieron poner las barbas a remojar, creyéndose el discurso del eterno optimista y pensando que esto de la crisis no iba con ellos.
Ahora sabemos que Rodríguez Zapatero es cazador más de zoológico impositivo, que de selva bursátil. Más repartidor de cheques-regalo y hacedor de lluvias de millones para rebajar aceras, que inspirador de ajustes presupuestarios o ejecutor de ministros y asesores. Pecata minuta, ya saben.
Tampoco le van a Rodríguez Zapatero las reformas estructurales. Esas que llevan solicitándole desde hace dos años organismos internacionales, agentes sociales y oposición. Aunque poco pintan estos últimos para un Gobierno enrocado en el error. Mercado laboral, sistema financiero, engranaje fiscal y reforma del gasto público, tendrán que esperar a un nuevo tirón de orejas de los mercados… o de Obama.
Comentario realizado en el programa Andalucía Capital de Onda Cero el 8 de junio de 2010.