A estas alturas de la campaña electoral de la segunda ronda
o balotaje por la presidencia de Costa Rica, ha llegado el momento de mirar
atrás y comprobar los aprendizajes adquiridos durante el proceso.
Para empezar me encuentro estrenando títulos: “socialista”,
“comunista” o “chavista”. Son algunos de los pretendidos insultos que he
recibido de propios y extraños por apoyar la coalición Rodolfo Piza-Carlos
Alvarado. En realidad siempre resulta fácil etiquetar al que no piensa como uno
para no tener que ahondar en argumentos. “Si
apoyas al PAC eres comunista”, resulta irrefutable. Eso sí, mucho ojo con
definir a Fabricio Alvarado como candidato pentecostal, entonces estás
“insultando".
Esto me ha mostrado la piel tan fina que tienen las personas
cuando se quedan sin argumentos. Enseguida echan mano del sentimiento de ofensa
para, de nuevo, abandonar el camino de la argumentación. Se ofenden si les
recuerdas el origen pentecostal de su nuevo líder, pero olvidan fácilmente de que
te llamaron “chavista” al iniciar la conversación.
Por otro lado a estas alturas de la campaña hago un poco de
reflexión más allá del fragor de la batalla, hoy tan intensificada gracias a
las redes sociales. Un análisis en la línea del que cerraba hoy el artículo
de mi buen amigo Eli Feinzaig en el Semanario
Universidad, con respecto al daño a la convivencia que pueda producirse a
raíz del fuerte antagonismo vivido en la campaña. No obstante mi reflexión no
lleva al mismo lugar. No creo que la sangre llegue al río, por mucho que
hayamos visto –por primera vez para mi- una separación absoluta en el
alineamiento político de las clases más pudientes del país. En esta ocasión no
era TLC sí ó sí, ni Frente Amplio no o no, la clase alta se fragmentó.
Esta ruptura me lleva a pensar que existe una doble vía en
la evolución de Costa Rica hacia el futuro. El camino de los que piensan que
una economía boyante es suficiente para sacar adelante al país y el de los que
buscan un modelo que equilibre lo económico con lo social. El modelo
estadounidense frente al modelo europeo, si queremos simplificarlo al máximo.
He insistido mucho en estos días en que la senda del
crecimiento económico en Costa Rica, no puede ir separada de los avances en
libertades civiles en los que somos un referente mundial. Más aún cuando el
país abandonó, años ha, la etiqueta del subdesarrollo
para insertarse en la de renta media.
Costa Rica en el mundo es admirada por no tener ejército, por su respeto al
medioambiente y por contar con personas muy capacitadas, entre otros.
Es innegable que, a pesar de la mala situación de las
finanzas del Estado, merced a 10 años de políticas expansivas del gasto
público, el potencial económico de Costa Rica es muy alto. Precisamente lo es
en este mundo globalizado de la economía de la información, en la que la alta
cualificación de las personas está por encima de la mano de obra barata.
No podemos mirar hacia otro lado y pensar que ese mundo que
hoy nos admira, seguirá volviendo sus ojos hacia una Costa Rica menguada en
derechos civiles, una Costa Rica reaccionaria, una Costa Rica con su capital
humano mermado en su libertad. Resulta impensable que en un mundo interconectado podamos darnos el lujo de recortar derechos o revisar nuestra participación en foros internacionales de Derechos Humanos. ¿Qué harían en esa situación las multinacionales que cada año depositan su confianza en Costa Rica como centro de operación regional?.
Hay mucho trabajo por hacer para continuar en el camino del desarrollo humano de todo un pueblo. Sinceramente creo que ese trabajo sólo se
puede acometer desde la unidad en torno a un proyecto común basado en la
libertad.