29 de marzo de 2018

Reflexiones sobre esta campaña... y sobre la Costa Rica del futuro

A estas alturas de la campaña electoral de la segunda ronda o balotaje por la presidencia de Costa Rica, ha llegado el momento de mirar atrás y comprobar los aprendizajes adquiridos durante el proceso.

Para empezar me encuentro estrenando títulos: “socialista”, “comunista” o “chavista”. Son algunos de los pretendidos insultos que he recibido de propios y extraños por apoyar la coalición Rodolfo Piza-Carlos Alvarado. En realidad siempre resulta fácil etiquetar al que no piensa como uno para no tener que ahondar en argumentos. “Si apoyas al PAC eres comunista”, resulta irrefutable. Eso sí, mucho ojo con definir a Fabricio Alvarado como candidato pentecostal, entonces estás “insultando".

Esto me ha mostrado la piel tan fina que tienen las personas cuando se quedan sin argumentos. Enseguida echan mano del sentimiento de ofensa para, de nuevo, abandonar el camino de la argumentación. Se ofenden si les recuerdas el origen pentecostal de su nuevo líder, pero olvidan fácilmente de que te llamaron “chavista” al iniciar la conversación.

Por otro lado a estas alturas de la campaña hago un poco de reflexión más allá del fragor de la batalla, hoy tan intensificada gracias a las redes sociales. Un análisis en la línea del que cerraba hoy el artículo de mi buen amigo Eli Feinzaig en el Semanario Universidad, con respecto al daño a la convivencia que pueda producirse a raíz del fuerte antagonismo vivido en la campaña. No obstante mi reflexión no lleva al mismo lugar. No creo que la sangre llegue al río, por mucho que hayamos visto –por primera vez para mi- una separación absoluta en el alineamiento político de las clases más pudientes del país. En esta ocasión no era TLC sí ó sí, ni Frente Amplio no o no, la clase alta se fragmentó.

Esta ruptura me lleva a pensar que existe una doble vía en la evolución de Costa Rica hacia el futuro. El camino de los que piensan que una economía boyante es suficiente para sacar adelante al país y el de los que buscan un modelo que equilibre lo económico con lo social. El modelo estadounidense frente al modelo europeo, si queremos simplificarlo al máximo.

He insistido mucho en estos días en que la senda del crecimiento económico en Costa Rica, no puede ir separada de los avances en libertades civiles en los que somos un referente mundial. Más aún cuando el país abandonó, años ha, la etiqueta del subdesarrollo para insertarse en la de renta media. Costa Rica en el mundo es admirada por no tener ejército, por su respeto al medioambiente y por contar con personas muy capacitadas, entre otros.

Es innegable que, a pesar de la mala situación de las finanzas del Estado, merced a 10 años de políticas expansivas del gasto público, el potencial económico de Costa Rica es muy alto. Precisamente lo es en este mundo globalizado de la economía de la información, en la que la alta cualificación de las personas está por encima de la mano de obra barata.

No podemos mirar hacia otro lado y pensar que ese mundo que hoy nos admira, seguirá volviendo sus ojos hacia una Costa Rica menguada en derechos civiles, una Costa Rica reaccionaria, una Costa Rica con su capital humano mermado en su libertad. Resulta impensable que en un mundo interconectado podamos darnos el lujo de recortar derechos o revisar nuestra participación en foros internacionales de Derechos Humanos. ¿Qué harían en esa situación las multinacionales que cada año depositan su confianza en Costa Rica como centro de operación regional?.


Hay mucho trabajo por hacer para continuar en el camino del desarrollo humano de todo un pueblo. Sinceramente creo que ese trabajo sólo se puede acometer desde la unidad en torno a un proyecto común basado en la libertad.

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