Cada vez que se produce una situación de crisis o enfrentamiento político los vemos aparecer. Invariablemente los vemos exhibiendo una suerte de superioridad moral que les permite situarse por encima de las circunstancias. Ellos no culpan a nadie, por eso mejor los culpan a todos, sean o no responsables. Su frase favorita es “los políticos no están haciendo lo que les pide la gente”. Así, con esa especie de eufemismo que es el sustantivo totalizador políticos, se logra una equidistancia total. Ni critican ni dejan de criticar, ni dan la razón ni la quitan. Se mantienen equidistantes.
Los equidistantes nunca votan, en apariencia. Es evidente que votaron a los que gobiernan, que son inevitablemente los que comenten los errores, como corresponde en democracia, pero lo niegan como bellacos. Sabedores de que no pueden defender lo indefendible adoptan esa posición y hablan de los políticos o la clase política. Meten en el mismo saco al que erró que al que señala el yerro. Al que mató que al que pone de manifiesto el crimen. Al que mintió que al que utiliza la mentira para poner en evidencia al mentiroso.
A los equidistantes no les importa que un señor diga en campaña electoral que jamás cobrará 4.000 euros del erario público por ser “injusto”, pero a los tres meses empiece a cobrarlos sin el menor pudor. Les parece simpático un tipo que el 30 de enero de 2020 decía “en España habrá, si acaso, algún caso aislado de coronavirus” y ahora no es capaz de asumir los más de 40.000 muertos causados por su falta de previsión, sino que se decida a falsear datos a diario o a dar lecciones de técnica epidemiológica. O lo que es peor, por su servilismo canalla. Aplauden en privado los equidistantes que un político sea capaz de firmar un pacto con los que hace unos años brindaban por el asesinato de sus compañeros de partido.
No, queridos equidistantes, un político que miente, que se jacta de asesorar a dictadores, que insulta a los que defienden su lujosa casa, no es digno de ser incluido en esa masa uniforme a la que llaman nuestros políticos. Un señor que emitió criterios, amparado en su saber científico, a sabiendas de que eran erróneos y podían causar la muerte de miles de personas no es una buena persona. Y un líder político que firma un documento para seguir en el poder con los que asesinaban a los que hicieron posible su partido no es un político cualquiera.
Si para ustedes, amigos equidistantes, se puede mirar para otro lado para no ver la mentira, la falsedad, la iniquidad y el crimen, están en su derecho. Sin embargo, eso no los hace mejores personas, sino cómplices de todo lo que dicen abominar. Ustedes serán los culpables de todo lo que pueda suceder a partir de su apoyo implícito a los actos de ignominia cometidos por los políticos a los que dieron su voto y ahora quieren blanquear con esa actitud de grandeza de espíritu. Ustedes saldrán de sus escondrijos de falsa ecuanimidad para, cuando España quiebre -o algo peor-, acusar y ahí se acordarán de su equidistancia, o se la recodaremos los demás.