2 de diciembre de 2009

Lecciones hondureñas


A pesar de que mientras escribo estas líneas apenas está dando comienzo un nuevo episodio de la crisis de Estado que vive Honduras, se me antoja posible extraer una serie de enseñanzas que, como consecuencia de esta experiencia, debiéramos comentar antes de caer en el error de esperar un resultado y seguir mirando para otro lado.

Sobre todo porque, a tenor de la vertiente que está tomando el asunto, a lo mejor el resultado no lo vamos a tener hasta que no asistamos a la enésima guerra civil en América Latina. Todo ello con la complacencia de unos y la inactividad de otros, que son en realidad los que están jugando la partida, siendo Honduras el ocasional tablero.

Lo sucedido en Honduras es un claro ejemplo de lo que puede ocurrir en cualquier país de esta parte convulsa del Planeta, incluida Costa Rica. Sin olvidarnos de que, con distinta configuración y –por ahora– resultado, es lo mismo que ha pasado en Venezuela, Ecuador o Bolivia. A lo que me refiero no es solamente al advenimiento del mal llamado “socialismo del siglo XXI”, sino al fin de las oligarquías económicas nacionales como únicos entes que gestionan el poder.

Los culpables. No nos engañemos. La culpa de esta oleada populista no es de los que han sabido aprovecharse, primero, de la demagogia como forma de hacer política para llegar al poder; y, posteriormente, de los ingentes recursos de los Estados para apuntalarse en el gobierno. Los que deben sentirse culpables son aquellos que cuando tuvieron todo el poder económico y político en sus manos, no hicieron más que pensar en mantener sus privilegios, olvidando que sus países continuaban año tras año en el furgón de cola del desarrollo.

En Venezuela, Bolivia y Ecuador fueron advenedizos los que supieron ver la oportunidad, jaleada eso sí en el caso de Morales y Correa con petrodólares venezolanos. Sin embargo, en Honduras el que pretendió seguir el modelo bolivariano de perpetuarse en el poder fue “uno de los nuestros”.

Zelaya no es un indígena, ni un exgolpista, ni tampoco un populista formado en universidades de EE. UU. y Europa, sino un terrateniente que se dejó llevar por los cantos de sirena de Hugo Chávez. Así pasó del liberalismo al popularsocialismo para buscar la redención de sus males mediante el clásico mandato bolivariano; es decir, vitalicio.

La primera lección es, por tanto, la que deben aprender no pocos latinoamericanos que se sienten parte del poder por su cuna o su éxito empresarial. Hoy ya no basta con permitir que el pueblo subsista. Desde que la televisión se ha popularizado, los pobres, como bien señala Arturo Condo, rector del Incae, saben que hay otro tipo de vida más allá del arroz y los frijoles.

Mundo de medias tintas. Y aunque esa entelequia llamada “comunidad internacional” continúe buscando una salida al conflicto de Honduras, lo cierto es que nos ha dejado bastante clara su absoluta incapacidad para enfrentar los problemas reales de este complejo panorama. Occidente continúa inmerso en ese mundo de prejuicios y medias tintas, donde la expresión “golpe de Estado” no tiene cabida, por políticamente incorrecta.

Así, las grandes naciones occidentales parecen incapaces de ver que más peligroso que una asonada militar de cinco meses de duración, apoyada por los poderes constitucionales, puede ser que el populismo bolivariano campe por sus respetos en un país con una destacada importancia geoestratégica. Esta crisis ha venido a traernos, como segunda lección clave, que, por una parte, Brasil, con su peligroso eclecticismo político, empieza a ser un actor decisivo en la región. A continuación, que los que tanto se felicitaban desde América Latina con el advenimiento de Obama, deben estar más que defraudados por lo inútil del papel de los EE UU en este asunto. Por último, se certifica que la influencia de España en el continente ha dejado de existir.


Publicado en La Nación de Costa Rica.

3 comentarios:

Lino Moinelo dijo...

Buen artículo, pero hay una cosa que no entiendo: dices que «golpe de estado» es una palabra políticamente incorrecta y es evitada en los medios occidentales, cuando yo estoy oyendo habitualmente en La Cuatro, como llaman a Michelletti «presidente golpista» y al otro «depuesto», y en el resto de medios Prisa lo ponen en titulares con toda normalidad.

Saludos

Pakithor dijo...

Hola Lino,

No sé si me he explicado mal. Lo que quiero decir es que la comunidad internacional reacciona ante rechazando de plano el "golpe de estado" y todas sus circunstancias, sin ver más allá. Este tema de Honduras es algo más que un golpe de estado al uso, recordemos que Zelaya intentó convocar un referéndum para apuntalarse en el poder por encima del Congreso y del Tribunal Constitucional. Creo que el siguiente párrafo del artículo explica un poco esto.

Gracias por tu comentario.

Lino Moinelo dijo...

Entiendo y estoy de acuerdo con el siguiente párrafo. Sobre lo de golpe de estado, creo también lo que quieres decir.

La comunidad internacional, que entiendo no es otra cosa que las jefaturas de estado y gobierno de los países, reaccionan con rechazo ante la posibilidad de que sus cargos estén a disposición del resto de poderes, que representan en teoría, la soberanía de la sociedad civil. Por eso le llaman golpe de estado.

Siendo puntillosos, más golpe de estado sería lo de Zelaya, como creo que das a entender también, aunque fuera una mera «consulta», prohibida igualmente por su constitución.

Me llama la atención mucho de esa comunidad internacional, como le llaman «golpe de estado», cuando nadie ha ocupado el cargo a causa de dicha acción. ¿Para que demonios es un golpe de estado si no?

Saludos